No existe una expresión más terrible de la brujería, y a la vez una demostración mas irrefutable de su poder. La maldición zombi, una de las prácticas más terribles de la religión vudú, es una terrible realidad. Nuestro compañero Manuel Carballal ha viajado a Haití en varias ocasiones para investigar esta siniestra maldición. El Bokor (brujo vudú) me lo había advertido: "los zombis son el mayor secreto del vudú, y los loas (dioses) no os permitirán desvelarlo", pero lo consideré un farol. Y eso pensaba cuando decidí salir por una ventana del tam-tam (camión convertido en autobús a golpe de soplete) que nos llevaba hacía Puerto Príncipe, bordeando la frontera con Dominicana. Mis compañeros dormitaban en los incómodos asientos, pero según mis mapas nos encontrábamos atravesando las plantaciones de caña de Hinche, donde Juan Blázquez (funcionario de la Embajada española en Haití) nos había sugerido la presencia de esclavos zombis, y pensé que quizás podría fotografiar dichas plantaciones (con suerte algún zombi) desde el techo del enorme camión. Trepé desde la ventana a la baca, zarandeado por los bamboleos del camión, y me acomodé como pude en la parte posterior, entre fardos de alimentos y cajas de ron.
Tras dos horas de botes constantes, lo ví. Un hombre extremadamente delgado caminaba entre las mazorcas de maíz, con paso inseguro, la mirada perdida, cubierto de mugre y harapos y una decrépita expresión en el rostro vacío de conciencia. ¿Podía ser uno de los míticos zombis? Apunté el 300 mm. de la cámara hacia aquél individuo, y en el mismo instante en que mi índice se apoyaba en el disparador, la rama de un árbol me golpeó en la cabeza. El impacto fue tan brutal que todo mi cuerpo giró en el aire. No soy capaz de explicar como pude agarrarme con una mano al borde de la baca en el último segundo, quedando colgado del camión que en ningún momento aminoró su marcha, mientras un hilo de sangre me cruzaba la cara... Tardé unos segundos en reaccionar, y unos minutos en conseguir subir de nuevo al tejado, para desplomarme entre los fardos hasta recobrar completamente la conciencia y el aliento. Cuando me repuse al terrible susto, y sin comprender como no me había matado con el golpe, o al caerme desde el techo del autobús, (de lo que nadie se habría percatado hasta que llegasen a Puerto Príncipe) recordé las palabras del Bokor. Por lo de pronto, el primer intento de acercarme al secreto zombi me había costado una brecha en la cabeza, un
susto indescriptible, y un objetivo de 300 mm. ahora inservible. Y la aventura no había hecho más que empezar...
Las sociedades secretas Una vez en Puerto Príncipe, y tras una cura de urgencia a mi maltrecho cráneo, comenzamos a contactar con los bokor, houngan (sacerdotes vudú) y mambos (sacerdotisas) a los que habíamos conocido en un viaje anterior a Haití. La ausencia de carreteras y los precarios medios de comunicación (apenas hay teléfonos), unido al secretismo que rodea la religión vudú, ralentizan de forma exasperante todas las gestiones. Para colmo, algunos desplazamientos a las aldeas de los houngan y bokor deben hacerse en caballo, moto o mula, lo que dificulta aún mas la investigación. Por esta razón todos los estudiosos, etnólogos, psiquiatras o antropólogos que han intentado estudiar el enigma zombi, han necesitado acudir a Haití en varias ocasiones ya que en un solo viaje resulta imposible salvar todas las dificultades que ofrece el país.
En nuestro caso, cuando regresamos a Puerto Príncipe pudimos recoger los contactos sembrados en otros viajes, y de esta forma pudimos acceder a algunos de los bokor fabricantes de zombis, y a las sociedades secretas que custodian estas siniestras prácticas. Sucesivas "iniciaciones", la participación en ceremonias, el aprendizaje de sus saludos y gestos rituales, y en definitiva, una constante dedicación a ganarnos la confianza de los houngan y bokor nos permitieron acercarnos, poco a poco, a sus secretos. Especialmente la zombificación. Sin embargo debo hacer constar que en algunos casos el acercamiento a estas sociedades secretas, y la asistencia a algunos de sus rituales -a veces meras estafas- entraña ciertos riegos. En nuestra última incursión, que pudo habernos costado un disgusto muy serio, tuvimos que zafarnos de una de esas sectas llegando a las manos, y viéndonos en la necesidad de desenfundar nuestros machetes (ver MÁS ALLÁ nº 112 ). Sirva como advertencia para los aventureros que deseen acercarse a los secretos del vudú...
Andriord Aolély es uno de los houngans miembro de la Sociedad Grand Drop de Puerto Príncipe, cuyo hounfor (templo) visitamos. Estas sociedades secretas, como Zobop, Bizango, Vlinbindingue, San Poel, Mandingue, etc, funcionan como una especie de sectas herméticas, en las que todos los componentes cuentan con el apoyo de sus hermanos de religión, tras aceptar un compromiso estricto de no revelar los secretos. Un servidor ya había tenido la oportunidad de estudiar estas sectas secretas afro-americanas, en otros países del Caribe, pero sólo en Haití se incluye, entre la práctica de alguna de ellas, la zombificación.
Las sociedades secretas haitianas, como la Gran Drop de Andriord Aolély, funcionan como pequeños feudos. Por encima del poder político o militar de la provincia, está el poder del houngan o bokor. Este funciona como una especie de soberano emérito, que al mismo tiempo que vela por el bienestar de su comunidad (Andriord nos explicó que incluso repartía las ayudas humanitarias que llegaban del exterior, o alfabetizaba a las hounsi (novicias vudú), etc), tiene la misión de repartir la justicia tradicional. Y es que, independientemente del Código Penal haitiano de origen francés, en cuyo artículo 246 se tipificaba el delito de zombificación hasta hace pocos años, existe la "justicia vudú", en la que se considera a la zombificación como la Pena Capital. En palabras del bokor Max Bobuard: "Es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad".
Esta es una forma de entender la zombificación en Haití, como la "Pena Capital" con la que la justicia tradicional, personificada en el bokor, condena a quien ha atentado contra la sociedad. Al menos así han intentado justificar algunos bokor sus siniestras prácticas. Sin embargo en todos los pueblos y ciudades del país es sabido que cualquier particular puede contratar los servicios de un bokor, o acudir a una sociedad secreta, para que un pariente, amigo, enemigo o vecino pueda ser convertido en zombi, haya atentado o no contra la comunidad. Y esos casos son los más dramáticos y espeluznantes que podemos encontrar en nuestros viajes por Haití...
¡Los zombis no existen! A pesar de la ingente literatura existente sobre el tema, y los guiones cinematográficos inspirados en los "no muertos", para las autoridades haitianas la existencia de los zombis resulta extremadamente incómoda. En su opinión, atemoriza a un sector del turismo, y trasmite una imagen primitiva, feroz y supersticiosa del país. Al menos esto es lo que nos sugería Alix L. Laford, Jefe del Gabinete de Turismo, con quien nos entrevistamos en el Ministerio de Turismo de Haití, en Puerto Principe. Para Laford la existencia de los zombis resulta contraproducente desde el punto de vista turístico y económico. Tanto la clase política, como la alta sociedad haitiana, prefiere ironizar con la zombificación, sin embargo, cuando consigues ganarte su confianza, terminan reconociendo la existencia de los zombis como una siniestra realidad e incluso son fuente de valiosas pistas.
Así nos lo explicó Francoise Dresse, Canciller de la Embajada de Bélgica en Haití desde hace varios lustros. El Sr. Dresse, que ha tenido la posibilidad de asistir a auténticos rituales de vudú, entablando amistad con houngans y bokors, nos facilitó algunas pistas y consejos sumamente útiles en nuestra investigación. Como nos explicó detalladamente el Canciller belga, en la sistema de creencias vudú se considera que el cuerpo humano está habitado por dos espíritus, el Gro Bonanj y el Ti Bonanj (Gran y Pequeño Buen Angel). A través de la magia, un bokor puede expulsar esos espíritus del cuerpo de un hombre y aprisionarlos en una botella blanca. De esta forma conseguiría controlar el cuerpo físico del desafortunado, que pasaría a convertirse en su esclavo: así se fabricaría un zombi. Nosotros hemos podido asistir a diferentes rituales de vudú Rada, Congo y Pedro, en las cuales teóricamente se podría robar el espíritu de un hombre convertirlo en zombi. Sin embargo Francoise Dresse, europeo de extraordinaria formación cultural, nos sugirió otra línea de investigación. Una cosa es lo que crean los haitianos, y otra como se fabrica realmente un zombi. El Canciller nos sugirió, como otros muchos especialistas, que la creación de un zombi es un proceso químico, mucho más cercano a la utilización de la farmacopea natural y los venenos, que a místicos abracadabras y ambiguos encantamientos mágicos. Pero los bokors prefieren fomentar esa superstición, ya que las creencias son el mejor instrumento de control sobre una sociedad...
Ya en 1938 la extraordinaria aventurera y exploradora Zora Hurston publicó en su libro Tell my horse, la fotografía de una zombi hospitalizada en un sanatorio psiquiátrico de Haití. Desde entonces muchos enfermos mentales descubiertos cuando vagaban por algún camino solitarios, cabizbajos, harapientos y en estado de inanición, han sido sospechosos de ser víctimas de la zombificación. Nosotros pudimos fotografiar alguno de esos "presuntos zombis". Lamentablemente la patética infraestructura del país hace muy difícil la comprobación de sus identidades. La ausencia de médicos en la mayoría de aldeas hace que escaseen las partidas de nacimiento y defunción, y cuando se localiza a un enfermo mental abandonado en los bosques, resulta francamente complicado identificarlo.
Muchos terminan en centros de acogida evangélicos o en sanatorios psiquiátricos, abandonados a su destino. Sin embargo, a finales de los años setenta, un audaz neuropsiquiatra haitiano (aunque formado en Canadá), decidió investigar científicamente algunos de aquellos deficientes mentales, sospechosos de haber sido convertidos en zombis. Ese neuropsiquiatra abrió las puertas a una nueva dimensión del mito zombi. El Dr. Lamarque Douyon ha estudiado infinidad de supuestos zombis, sin embargo, en al menos 5 casos las evidencias resultaban especialmente inquietantes. Dos de esos casos supondrían la base documental para la investigación de Wade Davis y otros científicos años después.
Yo soy un zombi "Esta es mi tumba, aquí es donde me enterraron. Cuando fallecí me metieron en esta tumba. Yo morí el 3-5-1962 y fui enterrado aquí al día siguiente. Me metieron aquí debajo y estuve más de dos días sepultado. Después vinieron a buscarme. Me llamaron. Oí que me decían "levántate" y yo me levanté y salí de la tumba contestando a los que me llamaban. Estaba muy agitado. Me senté en la tumba y me amarraron los brazos con cuerdas. Después me tuvieron trabajando en una plantación durante dos años y nueve meses...". He trascrito literalmente la grabación de las declaraciones de Clervius Narcise a uno de los equipos de TV desplazados a Haití para realizar un documental sobre los zombis. Terrible testimonio..
Narcise probablemente sea el zombi más famoso del mundo, y no es para menos. En mi último viaje a Haití obtuve un informe judicial emitido el 26 de enero de 1980, en el que un juez, tras interrogar a los familiares y vecinos del interesado, identifica como Clervius Narcise al individuo que fue encontrado el 18 de enero de ese año, vagando semidesnudo, y víctima de un shock, en las afueras de Gonaives, su pueblo natal. Sin embargo en mi archivo poseo también una partida de defunción emitida el 3 de mayo de 1962 en la que se certifica que Clervius Narcise había muerto en el hospital haitiano Albert Schweitzer, en Gonaives. ¿Cómo es posible que 18 años después de morir Narcise reaparezca en las afueras de su aldea en tan patético estado psíquico y físico?
Gracias a la terapia del Dr. Douyon, Narcise se recuperó casi totalmente, lo que no ha ocurrido en casi ningún otro caso de zombificación, y pudo de esta forma aportar datos extraordinarios para la investigación. Narcise contó con todo detalle como su alma había sido robada por un bokor (no olvidemos que esta es la creencia tradicional vudú) y como su cuerpo paralizado había sido enterrado vivo. El infortunado detalló el terror de escuchar a los médicos certificando su muerte y su incapacidad de gritar ¡estoy vivo!. Relató la agonía de permanecer encerrado bajo tierra horas interminables, y como fue desenterrado por el bokor y sus ayudantes, golpeado, atado y vendido como esclavo en una plantación, donde había otros zombis como él. Cuando el capataz de la plantación murió, los zombis comenzaron a vagar durante años por los caminos de Haití, hasta que la fortuna lo llevó nuevamente a su aldea, donde fue reconocido por su familia. Diferentes cadenas de TV se desplazaron hasta Haití para entrevistar al primer "muerto viviente reconocido por la ciencia". Hace pocos años Narcise, casado en segundas nupcias y padre de un hijo, fallecía definitivamente y esta vez no se levantaría de su tumba.
Otro de los casos más interesantes del Dr. Douyon es el protagonizado por la joven de 16 años, Francina Illéus, conocida cariñosamente como Ti-Femine. Aquejada de serios trastornos digestivos Francina fue ingresada en el Hospital Saint Michel de l'Attalaye. Unos días después de recibir el alta, el 23 de febrero de 1976, fallecía en su casa, siendo expedido el certificado de defunción con esa fecha. El cadáver de Francina permaneció varios días en el depósito de cadáveres ya que su familia no tenía dinero ni para el féretro. En abril de 1979 una amiga se la encontró errando sin rumbo en el mercado de Enery. Cuando se desenterró el ataúd se descubrió que ciertamente no albergaba ningún cadáver. Se dictaminó oficialmente que la joven Francina había sido convertida en zombi, lo que la convirtió en una apestada para su comunidad, siendo internada primero en un Hospital Psiquiátrico y encontrándose actualmente a los cuidados de Joyce Auserman, una pastora evangélica afincada en Haití, que ha acogido a algunas víctimas de la zombificación, que tras despertar el terror en sus respectivas comunidades, son exiliados al olvido en algún manicomio o abandonados a su suerte.
En el documental alemán Zauberer und Zombies ("Brujos y Zombis"), de Ulrich Stein, se relata otro caso de zombificación: el de Rose Marie Thelusme, otra adolescente haitiana víctima de la maldición zombi. Rose Marie murió el 25 de noviembre de 1984 en Cabo Haitiano, al norte del país, después de que un vecino le entregase un plato de comida. Al parecer un joven enamorado de ella no soportó la idea de que se casase con otro hombre y la envenenó. El parte de defunción fue firmado por el médico a las tres de la tarde de ese día. Seis semanas después Rose Marie fue descubierta por su familia en las afueras de su aldea. Desde ese día ha sido incapaz de volver a pronunciar palabras coherentes, y permanece internada en un Hospital Psiquiátrico de Puerto Príncipe.
El mayor secreto vudu Algunos de los bokor y houngans que hemos conocido en Haití, como Manuel Elié o Tony Guelín, han consentido en dejarnos fotografiar las botellas blancas en las que conservan las almas de los zombis que han fabricado. Esos pequeños recipientes de vidrió despiertan auténtico terror entre los haitianos ya que creen que contienen el espíritu de los "no muertos", esclavizados por el bokor, quien podría utilizarlos para perjudicar a sus enemigos... Sin embargo los bokor no quieren hablar de las formulas ni los ritos secretos. Ignoro si es cierto, pero en 1996, tras publicar en MÁS ALLÁ (nº: 90) se me hizo saber que dos brujos haitianos se habían desplazado hasta España con la misión de "darme un escarmiento" (físico y/o "espiritual") por haber publicado demasiados "secretos" en aquel reportaje...
Afortunadamente los "matones" enviados por cierto bokor no dieron conmigo. De ser cierto este soplo, sería un excelente ejemplo del rigor con que se pueden castigar ciertas "indiscreciones" en el mundo del vudú. No debe sorprendernos pues el secretismo que rodea la zombificación. Por si las moscas en nuestro siguiente viaje a Haití, tanto mi compañero de aventuras, Miguel Blanco, como un servidor, contratamos un seguro de vida especial, para que enviasen nuestros cuerpos a España inmediatamente, en caso de fallecer de en Haití de forma sospechosa... y prohibiendo que se nos hiciese la autopsia allí.
Por otro lado, es tal el terror que despierta la posibilidad de la zombificación entre los haitianos, que en muchas aldeas de todo el país pudimos ver como construían las tumbas de sus seres queridos frente a sus propias viviendas, para de esta forma vigilar que ningún bokor pueda hacerse con sus cuerpos. Más aún, en algunos lugares someten al cadáver de un pariente o amigo a la "segunda muerte", acuchillando o decapitando el cuerpo de difunto, para que no pueda ser transformado en zombi. En otros casos, menos drásticos, la costumbre es enterrar al muerto con una bolsita de semillas, o una aguja rota e hilo para que, de despertar el zombi en su tumba, se entretenga contando las semillas, o intentando enhebrar la aguja y no salga de su ataúd. En otros pueblos nos contaron que enterraban a sus muertos boca abajo, para que si es un zombi, al intentar salir de la tumba en realidad se hunda más. Para todas esas personas la zombificación es fruto de un rito mágico. Sin embargo, como nos sugería el canciller belga, existe una explicación mucho más razonable: la química, y mas específicamente la tetradodoxina.
Un servidor ha podido recopilar en diferentes países afro-americanos, el uso que las sociedades secretas y los brujos, chamanes y hechiceros hacen de algunas drogas de origen vegetal y/o animal, en sus ritos, como el caso de los abakua (ver MÁS ALLÁ nº 81) aunque ninguna es tan poderosa como la tetradotoxina.
Cuando el etnobiólogo Wade Davis consiguió una beca de la Universidad de Harvard para estudiar los zombis de Haití, contaba con los rumores que circulaban en la isla en torno a un veneno, cuya formula solo conocían los más poderosos bokor, que sería el responsable de la fabricación de los "muertos vivientes". La verdad es que existen diferentes fórmulas del llamado "polvo zombi" o poudré en Haití. Muchos bokor coinciden en el empleo de algunos elementos básicos como semillas y plantas (sobretodo la tcha-tcha y la pwa grande), sustancias animales (extraídas del esqueleto de sapo venenoso, ciertos reptiles machacados, insectos como ciempiés y arañas, o el pez globo), e incluso ingredientes de origen humanos (especialmente cráneo de cadáver de niño recién enterrado machacado).
Pero se han realizado estudios comparativos de los venenos utilizados en cuatro regiones con documentados casos zombi: Gonaives, San Marcos, Leogane y Rio Pequeño, y los ingredientes varían de una región a otra. La tcha-tcha es común en todos, así como los restos humanos, pero los ciempiés y arañas solo se usan en Gonaives y Leogane, y el pez globo en San Marcos y Gonaives. Pese a todo, los estudios de Davis y de otros etnólogos y etnobiólogos sugieren como el más utilizado es un compuesto de numerosos ingredientes, cuyo agente fundamental es la tetradotoxina, como nos sugirió el Canciller belga.
La tetradotoxina es una droga 60.000 veces más potente que la cocaína, y 500 más que el cianuro, muy conocida por los servicios secretos. Tanto en "James Bond contra el Doctor No como en Desde Rusia con Amor, el famoso agente 007 de Ian Fleming tiene que enfrentarse a esta terrible sustancia.
La tetradotoxina se encuentra abundantemente en el hígado, piel y ovarios del diodon histrix, diodon holocanthus o spheroides testudineus, más conocido como fugu o "pez globo", un pez que yo mismo he podido fotografiar bajo las aguas del Caribe, y los bokor haitianos usan como el ingrediente fundamental del polvo zombi. Davis, generosamente respaldado por una empresa farmacéutica y por la Universidad de Harvard, consiguió sobornar a varios bokor para que le entregasen muestras del veneno zombi, que serían analizadas en Harvard. En su opinión la tetradotoxina es el elemento clave del poudré.
El poudré sería un fantástico anestésico, capaz de llevar a un hombre al borde de la muerte, sin llegar a cruzarlo. El pánico que siente la víctima del poudré al ser enterrado vivo, supone en si mismo un shock espantoso que puede dañar el cerebro. Si a ello unimos la posible anexia, o una encefalopatía letárgica hipertensiva debida a los efectos tóxicos de la tetradotoxina, podremos comprender el patético estado físico-psicológico de total abandono y sometimiento hacia el bokor, en que queda sumido la víctima de la zombificación. Esto explicaría porque se considera tradicionalmente que los zombi no pueden tomar sal, por que eso les haría recuperar su conciencia, ya que la sal es una necesidad fisiológica para la célula nerviosa y la fibra muscular.
Una vez el bokor llega al cementerio y desentierra al zombi, se le haría ingerir datura estramonium, una conocida planta alucinógena conocida en Haití como "pepino zombi", que eliminaría la tetradotoxina provocando en el zombi su reanimación física, pero convirtiéndole en un ser temeroso, y emocionalmente destruido.
A pesar de estar específicamente perseguida por la policía haitiana, nos consta que los ritos de zombificación continúan realizándose en los albores del siglo XXI. En uno de nuestros viajes pudimos pasar tres noches en el hounfor (casa-templo vudu) de un famoso houngan y bokor, que nos confesó poseer cuatro zombis. Una de esas noches, la del 1 de noviembre, día de los muertos y fecha oportuna para rituales de muerte, nos despertamos agitadamente en plena noche. Nos habían advertido que esa madrugada el bokor y sus ayudantes acudirían el cercano cementerio para realizar un "trabajo", pero se nos prohibió expresamente salir del hounfor.
Entre las sombras de la noche pudimos escuchar el murmullo del bokor y sus hombres al salir de la casa. Más tarde escuchamos un alboroto lejano y lo que parecían disparos. Y con aquellos estampidos, nuestro primer impulso, el de salir en plena noche e intentar espiar el ritual secreto en el cementerio, se convirtió en temor. No nos atrevimos a burlar la prohibición, echarnos al bosque y asaltar a hurtadillas el cementerio. De haberlo hecho tal vez habríamos presenciado un espectáculo vetado al hombre blanco, ya que a la mañana siguiente, cuando exploramos el cementerio, encontramos una tumba recién profanada y a su lado un ataúd abandonado. Haciendo de tripas corazón levanté lentamente la tapa del féretro. El cadáver había desaparecido. Tal vez la policía había interrumpido a tiros la ceremonia, pero el muerto de aquella tumba ya no estaba en su féretro. Solo pude hacer una fotografía de esa increíble estampa, y suplicar a los loas que esa madrugada, en que nuestro miedo nos ató a nuestra habitación en el hounfor, un nuevo desgraciado no hubiese engrosado las listas de esclavos zombis de alguna plantación de caña...
Los polvos mágicos En un 1993 la revista británica The Lancet publicaba el artículo de un médico norteamericano que firmaba con el pseudónimo Michael Baran, en el que se relacionaban los brotes de SIDA en Haití con el culto vodú. Tras analizar los primeros focos de SIDA, a partir de 1978, localizados en Haití y Africa Negra, Baran llegó a la conclusión de que el único punto en común era la religión vodú, y más concretamente las prácticas de zombificación.
Según esta audaz hipótesis, el virus, que se encontraba en estado latente, era de alguna forma estimulado a través de los pócimas y ungüentos utilizados por los bokor vodú. Y es que son muchos los tipos de "polvos mágicos" que conocen y utilizan los bokor haitianos: el Polvo Zawda, para enemistar a las parejas; el Polvo Rapé, utilizado para castigar a un amigo traidor; el Polvo Yoyo, para enviar "mal de ojo"; el Polvo Agotador, para producir angustia psicológica; el Polvo Patchouli, para provocar infidelidades y ruptura en un matrimonio... y así más de un centenar de diferentes "polvos mágicos" con todo tipo de utilidades y funciones.
No es de extrañar por tanto que cuando en octubre de 1994 más de 20.000 soldados norteamericanos desembarcaban en Haití para reponer el gobierno de Jean Bertrand Aristide, se lanzasen amenazas de todo tipo contra los nuevos invasores blancos. Curiosamente, poco tiempo después de la toma del país un grupo de psiquiátras castrenses norteamericanos fueron enviados a Haití para investigar algunos extraños suicidios y locuras inexplicables entre las tropas de ocupación. Pronto los rumores se desataron por todo el país. La brujería vodú podía derrotar a los fusiles yankis, y los mágicos polvos del bokor podían vencer a cualquier carro de combate invasor.
La inquietud se notaba, y aún se nota, entre las tropas de Naciones Unidas que en marzo de 1995 relevaron a los soldados norteamericanos en Haití. Nosotros mismos pudimos asistir a rituales de vodú en Haití en los que nos topamos con marines norteamericanos y altos mandos militares de otras naciones. El polvo zombi es un arma poderosa, y los militares lo saben. Y el poder del vodú no deja impasible a los soldados blancos...
Enfrentándonos al enigma zombi desde una perspectiva química podemos explicar el mito de los muertos vivientes desde una óptica exclusivamente científica, pero ¿hay algo más?
Autores como Lucien G. Coachy, relatan casos de supuestos zombis que habían sufrido lesiones físicas mortales que harían imposible toda recuperación. Importantes personalidades en Haití nos describieron casos absolutamente inexplicables con la hipótesis de la tetradotoxina. Como el caso de un joven muerto en un accidente de tráfico con parte del cráneo destrozado que fue "resucitado" por el bokor. Los campesinos aseguran que en muchos casos el zombi sale de la tumba atravesando la tierra, sin que la sepultura haya sido removida...
Otros zombis documentados en Haití -María Malval. Esta joven haitiana de buena familia falleció en 1909, el día de su compromiso matrimonial. Cinco años mas tarde, en su lecho de muerte, el padrino de María confiesa a su confesor que el había contratado un bokor para zombificar a la joven a causa de los celos. Reveló que la habían sacado de la tumba y vendido como esclava en una plantación propiedad del bokor. El sacerdote decidió visitar dicho lugar, y allí encontró a la joven María Malval en un estado de demencia y mutismo completo. La iglesia católica ocultó a la joven en el convento de Santa Rosa Lima, para espanto de las pensionadas, aterrorizadas por el zombi.
-Natagéte Joseph. Mujer de unos cincuenta años fallecida en 1966. Trece años mas tarde reapareció en su pueblo, San Rafael. Amnésica, muda y con avanzado deterioro mental, fue internada en el Centro Psiquiátrico de Puerto Principe, donde vivió en estado casi vegetativo, y sin identidad legal.
-Jean-Claude Pierre. Treintañero originario de Gonaives, enterrado en 1977. El domingo 17 de julio de 1983 sus hermanos se lo encontraron vagando por el barrio. Tras ser identificado por sus padres y cinco testigos, la policía lo condujo al Hospital del Dr. Douyón en lamentable estado, "como recién salido de un campo de concentración". El Dr. Douyón supone que el bokor que lo zombificó le arrancó todos los dientes para que, de recuperar el habla, nadie pudiese entenderle.
-Medula Charles. Joven de 24 años natural de Gros-Morne, reaparecida en agosto de 1983 tras haber fallecido y recibido sepultura anteriormente. También tratada por el Dr. Douyón, se recuperó lo suficiente como para dar a luz un hijo. Ya en proceso de recuperación estuvo a punto de ser secuestrada por unos desconocidos en pleno día, en las cercanías del Hospital Psiquiátrico, supuestamente por los ayudantes del bokor que intentaban devolverla a su estado de esclavitud zombi.
Existen otros muchos casos, que los médicos de guardia de los centros de salud haitianos, se han encontrado espontáneamente durante sus guardias. Pero la mayoría de estos facultativos prefieren guardar silencio, por temor a que se les tache de crédulos o supersticiosos vuduistas.
El extraordinario caso de Wilfrid Doricent Los zombis del "más acá" Es necesario conocer las características de la sociedad haitiana para comprender la picaresca que rodea algunos casos de supuestos zombis, cuya investigación científica ha descubierto insólitas tramas que denuncian la pésima actuación policial y judicial en Haití. Uno de los casos más paradigmáticos es el protagonizado por el supuesto zombi de Wilfrid Doricent. Tuvimos la primera referencia del caso a través de Juan Blázquez, historiador y funcionario de la Embajada de España en Haití cuya ayuda nos fue extremadamente útil en anteriores viajes.
La historia se inicia el 19 de marzo de 1991 cuando el diario haitiano Le Matin publica en primera página que se ha descubierto un nuevo zombi. El matrimonio compuesto por Eliot y Miguel Doricent se habían presentado en el juzgado de la capital para poner una denuncia contra el hermano de Miguel. El 11 de septiembre de 1990 se habían encontrado con su hijo Wilfrid vagando sin rumbo en las afueras de Roche-à-Beteau. Esto no sería extraño de no ser porque Wilfrid Doricent había sido enterrado el 24 de febrero de 1988 en Los Cayos...
Según denunciaba Miguel Doricent, su hijo había sido asesinado y convertido en zombi por su hermano Belaroix, tío de Wilfrid, a causa de una disputa por una herencia. Miguel afirmaba que, como su hermano no había podido con él, había decidido vengarse zombificando a su sobrino... El reaparecido Wilfrid, en un lamentable estado psicológico, era incapaz de explicar que le había ocurrido, y Belaroix Doricent fue detenido y conducido a los calabozos, donde se le sometió a un "enérgico interrogatorio policial", tras el cual confesó con todo detalle como había zombificado a su sobrino. No me resisto a transcribir literalmente la grabación de las increíbles palabras del juez responsable del caso: "Cuando Belaroix compareció ante el Tribunal, los policías le habían estado pegando... porque les enfurecía lo que había hecho a su propio sobrino. Tuvo que confesar porque le tenía miedo a la policía.. Ellos podían haberlo matado, así que tuvo que confesar la verdad. Naturalmente cuando confesó yo le ordené a la policía que dejase de pegarle...".
Tardaríamos unos años en conocer el desenlace de este extraordinario caso, y ese desenlace nos llegaría de manos de la ciencia... Belaroix Doricent fue condenado a cadena perpetua por el delito de zombificación, aunque unos años después conseguiría sobornar a unos guardias y fugarse de la cárcel, viviendo como un proscrito desde entonces. Pero la fortuna le sonreiría cuando, en 1997, una expedición científica compuesta dirigida por el Dr. Roland Litelgood (psiquiátra y antropólogo), junto con el Dr. Conrad Gorinski, etnobiólogo, y la experta en vudú Chantal Reano, se desplazó a Haití para investigar científicamente varios casos de supuestos zombis.
Los investigadores dedujeron que si Wilfrid Doricent había sido zombificado, y enterrado aún con vida, su actual deficiencia mental podía deberse a una anoxia causada por la falta de oxígeno en el ataúd. Para comprobarlo Wilfrid es trasladado hasta Puerto Príncipe, para ser sometido al único scanner cerebral existente en el país. Las pruebas no son concluyentes, ya que no aparecen indicios evidentes de anoxia en el cerebro. Además, la cajas de tabla de pino unidas groseramente filtran una cierta cantidad de oxígeno extra gracias al cual una persona con el metabolismo ralentizado por el veneno zombi pueda sobrevivir más horas. Así pues los científicos toman muestras de sangre de Wilfrid y de sus presuntos padres, Miguel y Eliot Doricent.
Las muestras son enviadas a Inglaterra donde se hace un estudio comparativo del ADN. Conclusión: Wilfrid no puede ser el hijo de Miguel y Eliot Doricent. No hace falta ser demasiado lúcido para deducir que el supuesto Wilfrid es en realidad algún deficiente mental abandonado a su suerte, cuyo parecido con el auténtico Wilfrid hizo creer a los Doricent que podía tratarse del zombi de su hijo... a menos, claro está, que todo fuese una maniobra orquestada por Miguel Doricent para imputar a su hermano Belaroix un crimen que no había cometido, y quedarse así con todo la herencia familiar. Evidentemente las torturas de la policía haitiana hicieron confesar al infortunado Belaroix una zombificación que jamás se había producido. Su condena a cadena perpetua era una terrible injusticia...
El supuesto zombi de Wilfrid continua viviendo con los Doricent, que lo mantienen atado con un cepo, "porque no es humano, no tiene espíritu". Nadie ha reclamado a ese infortunado joven cuya auténtica identidad continua siendo un misterio...